Prendo el ventilador y tengo miedo de que se desprenda y me decapite. Son como las tres de la tarde, no puedo dormirme y tengo que dormirme.
Apurada por anotar unas palabras me transporto de mi cama hasta el puff rosado donde está la mochila con el block de hojas largas e inservibles.
No puedo dejar de fumar y esta pieza parece un campo de batalla; los pantalones cagaron a trompadas a un par de remeras y otras tantas medias quedaron muertas unas y agotadas otras en diferentes sectores de la habitación.
Tengo un cansancio abrumador, pero peor es el calor de esta tarde, que viene a ser mi noche. El celular dice que ya son las tres y veinte, qué hago, se me enrosca el camisón de vieja entre las piernas fláccidas. El aire del ventilador me pone nerviosa, mi hermano me mira de nuevo con cara de orto cuando voy con cara de orto a servirme agua a la cocina.
Piensa sus horarios son un quilombo o ella es un quilombo, y yo paso por el baño y me veo la ceja que me depilé con demasiada pasión.
Me tiro a leer, a fumar la segunda ronda, me como los pedacitos que le sobran al pulgar, apago la luz, la prendo, salto a la cama por miedo -por más miedo- a que alguien me agarre los tobillos y cuando escucho un avión me asomo para ver que no sea un tsunami.
Prendo la tele en canal nueve de hadad, porque nuestro sistema de cable con papa y agujas lo agarra mejor que a ninguno y pienso si hay un tsunami lo van a decir en la tele o va a sonar el teléfono, mi mamá desesperada o alis gritando ¡tenías razón, en Buenos Aires pueden haber tsunamis!
En un segundo vuelvo a ser yo sola en la cama de dos plazas perteneciente a una judía cancerosa que ya no está entre nosotros. Me siento mal por haber hablado así de ella, por no escribir nada que me genere placer al escribirlo, por no lavarme los dientes tan seguido, por tener un culo muy grande, etcétera. Por no saber decirle a la gente basta de hablarme, hoy me hablaron mucho, por no poder dormirme a tiempo cuando no tengo tiempo para nada, por tener miedo, por ser sucia y desordenada, etcétera, etcétera, y me hago una paja pensando en Bowie en la época de Low y sigue siendo día martes de un año gomoso, choto, de un año de masa cruda.
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