Cuando estoy enojada, puedo escribir. Puedo escribir y haerme la irónica y usar toda mi acidez y ocultarme tras el sarcasmo y blá. Cuando estoy triste, no puedo sacar nada. Cada palabra me parece que no contiene la suficiente contundencia como para acercarse a lo que yo estoy sintiendo.
Sin embargo, y con mucho esfuerzo, ahora estoy escribiendo, porque así abro canillas para el cauce emocional: por los ojos, por los dedos-teclas, por la palabra.
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